Yo soy quien apaga Madrid y escribe amor a oscuras.


Ella: "¿Sabes? Ya sé por qué te quiero. Te quiero porque eres "casa", da igual lo que pase ahí fuera. Porque juntos somos "casa" y todo está en paz. Vienes aquí y te duermes en mis brazos y yo me quedo toda la noche mirándote porque es lo más bonito que puedo hacer. Tú eres mi casa y yo soy tu casa.
Te quiero."

Él: "¿Sabes? Yo también sé por qué te quiero. Porque haces las cosas fáciles. Porque si tuviera que elegir un sitio para vivir sería tu cuarto. Porque debajo de tu cama el mundo es tan pequeño que parece que no puede pasar nada más, y a mi no me hace falta que pase nada más si estoy contigo.

Te quiero."

Y sé de alguien que hace vibrar el suelo. Que lo complicado a simple vista, ella lo hace sencillo. Que tiene un don, y dos y tres y todo lo que se proponga. Dice que le gusta mi letra al escribir, que hago algo divertido con la boca al comer pipas y que nadie huele mejor que yo, que aprende de mí, pero me parece imposible. Yo a su edad no era ni la mitad de lo que es ella ahora. No sé si quiero volver a casa si ella está por ahí haciendo de las suyas o simplemente limitarme a mirarla boquiabierta. Y de pequeña, la verdad, ya tiene poco, está pasando de grande a inmensa. Y yo, como hermana orgullosa, seré todo lo que ella me pida.

No hay manta, café... No hay nada ardiendo.


Mira que esperaba tu llegada, pero apareciste de la nada y me pillaste mirando al suelo.
Eras como una especie de super héroe, sin nada que hiciese adivinar que lo eras.
No todo el mundo que estaba allí pudo verlo.
Lo que tú haces encierra algún misterio. No te quise preguntar...
No eres de llevar capas, eres más de invitar a copas. 
Y después de tenerte tan cerca, delante y luego al lado, volvimos a casa pisando el asfalto, mientras miraba al frente, preguntándome cuánto había de real.

Criterio EGO.


Dos y media de la mañana. ¿No duermes hoy conmigo? El verano yéndose y yo aquí, aún con olor a sal y arena en las manos, aunque puedo decir que he sido feliz.
Dos y treinta y tres. Sabor de vodka con limón y recuerdos de esa noche un poco confusos, toneladas de tequila... y todavía me huele el pelo a tabaco.
Dos y treinta y cinco. ¿Todo ese frío? También estaba allí, ¿se desencajaron las olas? No me acuerdo.
Dos y cuarenta y uno. Pasar fugazmente de tener todo a no tener nada. Un encuentro eterno.
Dos y cuarenta y uno y cincuenta segundos. Mi cara empapada, otra vez.
Dos y cuarenta y siete. Supersubmarina sonando, me siento atada a los recuerdos, intento ensanchar la boca y sonreír ante la sonrisa triste de los... tristes recuerdos. Tengo frío.
Tres cero uno. Ahora que no me escuchas te grito que me sentí enorme entre esos labios que solo decían verdades. Madrid no será tan fácil.
Tres y seis. ¿Sobrenatural tu forma de encontrarme? ¿Cuándo? ¿Crees en mi?
Tres y dieciséis. Vuelvo a echar de más, a otros, de menos. Me encanta la velocidad. ¡Y gritarás y gritarás!
Tres y veintiuno. Pestañeo de un segundo, ¿té? Si, té con insomnio. Y dos manos subiendo una persiana al otro lado del cristal, quizá quiera despertar ya.
Tres y veinticinco y no estás, sigues sin estar aquí. La tirita y la cicatriz, la cordura que se desató, y la mentira más sincera. La antítesis total que nos mantiene cerca. Necesito un abrazo para dormir, abrazos que muy bien podían haber reventado más de una intuición. Se eso, la distancia que nos separó, se tú por mi.
Tres y media. ¿Y las noticias de tu pelo? Ese frasco de olor... se ha perdido en la levedad de mi cama, de mi colchón viejo.
Tres y treinta y tres. Me he vuelto loca.


...when you feel scared of darkness


Hoy necesito hacerte muchas preguntas


¿Te acuerdas de las vacaciones? ¿De las olas que rompíamos sin rompernos? ¿De las fotos juntos aquel atardecer? ¿De las noches eternas juntos? ¿Te acuerdas de como ligaste conmigo haciéndote pasar por un desconocido? ¿Y de qué cara de tonta se me quedó? ¿Y de la respuesta que te dí y que te daría cada vez que me preguntaras? ¿Te acuerdas de la camiseta de las ardillas? ¿Y de tu jersey, ese que me queda tan grande? ¿Te acuerdas del arrebato de amor en Madrid? ¿Y de la fiesta de fin de año? ¿De todo lo que prometimos esa noche? ¿Te acuerdas de las torrijas de semana santa? ¿Y de lo pi que te volviste al comprar toda esa ropa? ¿Te acuerdas, mi amor, de la cantidad de besos que hubo ese día, cada día? ¿Te acuerdas de las despedidas en el ascensor? ¿Y de las cenas en el chino? ¿Te acuerdas de nuestra risa estallando al hacer un brindis con vasos llenos de lambrusco? ¿Y de los paseos por la Gran Vía, y por esa calle que nadie sabe como se llama? ¿Te acuerdas de lo feliz que te sentiste cuando te regalé una sesión de spa? ¿Y de esa canción que te pone tan triste, y de esa otra que te hace volver a la noche del concierto? ¿De la complicidad? ¿Del césped artificial? ¿Y de tantas como esa? ¿De nuestro gusano? ¿De las películas que sin querer hicimos nuestras? ¿Te acuerdas de los jueves? ¿De nosotros? ¿De la ilusión? ...

Tu mundo... robó mis mejores escenas.



La nostalgia vuelve a ratos, unos días más frecuentes y otros menos. Las ganas de volver allí, a la semana sin preocupaciones, a las noches memorables y a los días interminables. La vida era estupenda, lo único que tenía que hacer en ese mundo era ir por ahí, inhalando y exhalando.
Había cedido, no hasta el punto que tú hubieses querido, pero si hasta el que yo jamás imaginé. Y después de los días ausentes y los reproches constantes te digo que esto no se nos ha quedado grande, que siempre serás quien eres cuando menos me lo espere, la persona adecuada para cuadrar mi caos, para responder mis besos. Y que yo seré quien nadie sabe, ese humo capaz de convertir la marea en aquel día tan inalcanzable, la dueña de tu equilibrio. No quiero que dejemos de ser para acabar en huida. Quédate.
El calor no solo sofoca, sino que dilata y a veces nos ensancha tanto que nos da por recordar. Si, los días de verano, aquí tú conmigo y allí yo contigo. Lo desearía una y mil veces, aunque sea una última vez por hoy. Me encantaría ver ese día con la puntualidad de los sentimientos que estiran el tiempo como si un amor de sal fuera a durar toda una vida, una despedida que no terminó ni terminará. Tendré que acostumbrarme, a lo mejor, a la impaciencia de que tú llegues siempre tarde y yo medio minuto después te sonría y viceversa.


Por ti, por mi, porque el mundo es nuestro.



Pero sé que mañana ya nunca podrás olvidarte de mi.

De verte aquí a mi lado, dejándote llevar.

El instante en el que me siento capaz de recorrer por entero un cuerpo. Y explotar en la más intensa libertad, allí mismo, sin esperar nada más, explotar de paz. Mezclarme con la pintura, la que define el brillo de cualquier farola a altas horas de la noche, la que oscurece las horas. Parar en seco y respirar, por fin, descalza por el suelo ardiendo y sentir el intenso calor oprimiéndome el pecho. El calor de verano, el único que consigue que al mirar la luna me haga recordar que la misma luz blanca que penetra en mis ojos lo hace por igual en aquellos otros que desde la otra punta del mundo se han sentido atraídos por ella. 
Quizá siempre tenga un lugar al que volver, algún abrazo que regalar, pero no puedo evitar sentirme atada a mi lugar de origen, por muy lejos que llegue a estar de él. Momentos en los que me convierto en aire y en partículas de bienestar flotando en el mar, mientras que los relojes de arena se agotan, se vacían midiendo sin cesión el tiempo correr. Ojalá pudiera añadir más arena a los relojes para estar más tiempo juntos. Retrasar el momento de irnos.
Que bien huele el verano. Cuando huele a casa al volver de vacaciones en septiembre, como a café con leche, y te acuerdas de tu refugio bajo la manta en invierno delante de la televisión.
Crecer. Eso quiero, vivir y vivir en mi y para mi. Y arañar la nada, y saber que hay días en los que soy lo que queda cuando no queda nada, aunque segundos después una sonrisa ajena pueda convertirme en éxtasis. Y así, como si fueras tú el que ha sido siempre. Lo dije, que no quiero un final feliz, solo quiero serlo. Y morir de ganas por que mis manos manejen su espalda, por que siempre tenga la ternura de mil y un abrazos, por que la energía de sus cosquillas sea el motor que conecte los mejores recuerdos, de los que ,algún día, me valdré para inventar mejores.


Ríen. Bromean. Como una de esas parejas felices de estar juntos; de las que sueñan, para las que todo está aún por descubrir; de las que tienen un poco de miedo y un poco no. Como esa extraña sensación de cuando estás en la playa y hace calor. Te acercas al agua. Te metes dentro. Pero el agua está fría. A veces muy fría. En ese momento, hay quien lo deja correr y vuelve a tumbarse y a soportar el calor. Otros, en cambio, se sumergen. Y tan solo estos últimos, después de unas cuantas brazadas, alcanzan a saborear hasta el fondo ese gusto único y un poco extraño de la libertad total, hasta de sí mismos.
Ella, quien jamás supo defender que el amor te hacía feliz, que era algo por lo que merecía la pena luchar y reírse a carcajadas por haberlo conseguido. Quien jamás apostaría nada por nadie, quien harta de todo y de todos decidió dedicar el tiempo en sí misma. Esa que padecía ataques de independencia constantes, que no confiaba, que no cedía por confiar en nadie. Cero. Pero algo iba diferente al respirar ese aire, dolía menos al aspirar, podía manejarlo con más soltura. Y se acordó, en ese momento se acordó: 'deberíamos medir nuestro bienestar por todas aquellas personas que, salidas del más absoluto silencio, nos enseñan a gritar, a perder la cabeza. Solo por llegar a respirar a una de aquellas personas que logren desintegrar nuestro miedo, prejuicios y valores merece la pena exponerse al dolor. Dejarse romper.'
Él, quien supo desde el primer beso que no era terreno fácil, quien pensó que quizá después de tanta nube gris esos últimos meses no sería capaz de conseguir lo que en el fondo sabía que podía. Quien vivía con miedo de prácticamente todo, por pensar que si la mentira existía, y había existido ¿por qué no una segunda o tercera vez? Pero en ese momento también se acordó de algo: 'deberíamos medir nuestra vida por los momentos que nos llevan a la locura, que revientan nuestra cordura. Somos tan pequeños e insignificantes que no valoramos los instantes en los que el arte aplasta nuestra respiración, nos la roba, nos la entrecorta, nos la excita.'


Me quema la hipocresía del mundo que me rodea, la forma tan elegante que tiene de vendernos porquería vestida con trajes de chaqueta y corbata a los que yo no tengo acceso. Me quema la mentira, desde mi absoluto desconocimiento acerca de aquello a lo que algunos llaman vida. Me repugna la flama de los mercados que tanto adoran los informativos, las deudas que pagan quienes menos culpa tienen del despilfarro, la ineptitud de quienes manejan lo que siendo nuestro, creen suyo. Pero lo que más me repugna es que yo estudio esta mierda que ahoga a quienes más quiero. ¿Tan cara es la verdad? ¿Tan peligrosa? Me incendio por intentar acercar la realidad a una sociedad cuyos ojos rara vez quieren mirar y dentro de la cual el ciudadano favorito de las autoridades es el idiota, es decir, quien anuncia con fatuidad "Yo no me meto en política". Y lo dice convencido, como si eso fuese posible, como si uno pudiera vivir en una sociedad política desentendiéndose de esa actividad, como si al renunciar a la política no fuese también una actitud política y por cierto, de las peores, porque cede a otros sin saberlo la capacidad de tomar decisiones sobre lo que antes o después va a afectarnos. Ojalá mis hijos no sean abrasados por la impotencia que se siente al admirar como, en ocasiones, para que ciertos opulentos naden entre litros de billetes, pequeños héroes de a pie, infaustos, desdichados, tengan que buscar sus zapatos en la basura. Quizá mi empeño sea censurado por en el camino pero eso no viene a cuento ahora.



Tengo la teoría de que en el fondo siempre sabes cual es el final del camino. Por mucho que llueva mientras llegas, por mucho frío que pases, por la cantidad de lágrimas que puedas llegar a derramar, por muchos papeles arrugados con cartas absurdas que nunca llegaste a enviar y que se mojaron con esas lágrimas, por poco libre que te sintieras y deseabas con todas tus fuerzas sentirte así, por muchas copas que tomaras con las amigas, por muchos besos sin sentimientos que dieras, por muchos abrazos que te dieran con ganas de llevarlo hasta el extremo pero que no era el momento adecuado... En el fondo sabes que la recompensa elimina de golpe todo y el terreno se hace llano y repleto de flores rosas y sabes que ese lugar ya no tendría nada de especial sin él.

Recuerdo que al llegar ni me miraste. Fui solo una más de cientos, sin embargo fueron tuyos los primeros voleteos. 
¿Cómo no pude darme cuenta de que hay ascensores prohibidos, que hay pecados compartidos? Que tú estabas tan cerca. . . Me disfrazo de ti, te disfrazas de mi, jugamos a ser humanos en esta habitación gris. 
Muerdo el agua por ti, te deslizas por mi, jugamos a ser dos gatos que no se quieren dormir.
Mis anclajes no pararon tus instintos ni los tuyos mis quejidos. Dejo correr mis tuercas y que hormigas me retuercen. Quiero que no dejes de estrujarme sin que yo  te diga nada y que tus yemas sean legañas enganchadas a mis vértices.
No se que acabó sucediendo, solo sentí dentro dardos, nuestra incómoda postura se dilata en el espacio, se me hunde el dolor en el costado, se me nublan los recodos, tengo sed y estoy tragando, no quiero no estar a tu lado. Jugamos a ser dos gatos que no se quieren dormir.

Puedo.Puedes. Podemos.

Para ti, J:
Esos momentos decisivos son auténticas encrucijadas: cuando escogemos un ramal del camino sabiendo que no podremos volver atrás.Vivimos para esos momentos que, a su vez, definen nuestras vidas. Aprendemos quienes somos y lo que realmente nos importa. Luego, el 'secreto' será perseguir esos retos en lugar de evitarlos. Esa es la única forma de descubrir y explotar todos estros talentos. Desarrollar nuestra propia impronta personal permite que tomemos decisiones mejores, que tengamos confianza en nuestros instintos, y que sepamos que, sea cual sea el resultado, nos habremos fortalecido. Ese, para cada uno de nosotros, es nuestro personal secreto del éxito.

Garry Kasparov

El oxígeno también es lo que nos hace arder.

Es duro el no sentir. Es duro haberte esforzado tanto por querer, que hoy ni si quiera pueda aclarar todo lo que divaga por la cabeza, y está claro que no basta con querer. Ser incapaz de no ahogarte. Incapaz de creer. Tropezar día tras día con tus propios pasos y volver a hundirte, aunque no de cara al exterior. No ser capaz de sentir, de soplarle al viento que viene en dirección opuesta. El pasado duele y los verbos que algún día conjugaste en presente pensando que eran tu futuro, más. 
Todo lo que antes devoraba el fuego, hoy lo quemará el frío. Tantísimos trozos de un nada tan intenso que el miedo te paraliza y no te deja respirar. El no confiar en que puedas volver a todo lo que era de luz, en que puedas volver. No confías, eso es todo. 
Es duro sentir que no puedes sentir, que frenas cualquier impulso que pueda descolocarte. Es duro sentir que no sientes, que eres incapaz de volver a romperte por todo lo que te hacía ser así. Merece la pena en ocasiones, pero la reconstrucción no será fácil, ni agradable, incluso puede que flaquees de nuevo cuando tienes que ser fuerte. Quieres querer, pero eres incapaz de volver a verte en la misma basura a la que te llevaron unas ilusiones quizá infundadas. No te sobran fuerzas, porque no las tienes, quizá ahora, quizá solo de momento, quizá algo inspire el volver a tenerlas.
Ser insignificante a cada lágrima que cae, y los sentimientos a los que rehuyes te van haciendo cada vez más pequeña. Llevar a la espalda sacos rotos, los que llevaban los deseos a los que no les diste alas porque no te dieron tiempo. Tiempo... tiempo es lo que nos hace falta. Tiempo es lo que precisamente no tenemos. 
Duele. Algo dentro duele mucho, y no sé lo que es, no podría darle un solo nombre. Incapaz de llorar cuando más lo necesito si no estoy sola o con mi mayor confidente, porque no puedo volver a sumergirme en el caos de sensaciones: 'tan nihilista te has vuelto que ya no crees ni en la piel, tú, que antes idolatrabas las caricias'. Duele sentirte. Duele no poder arreglar todo en este mismo instante y darte cuenta de que realmente no ha pasado nada, que la vida no ha dado ese giro de 180º hacia el lado equivocado, hacia donde nada será como esperabas. No te ves capaz de volver al barro después de haber encontrado el camino correcto y haber llegado al punto álgido de la sonrisa perfecta. No, no te ves capaz, no en este momento. No puedes. Necesitas un impulso que te lleve lejos, que te detenga en lo más alto, pero que no te deje estrellarte contra el suelo. Impulsos como los de antes. Como los suyos.
Personas que son los descubrimientos más veraniegos de un invierno transformado en infinitud. Que ahora vives con el miedo de que puedan desaparecer y obligarte a morir de sed. Duele, saber que por un arañazo más a todas esas delicias serías capaz de encadenarte otra vez al dolor, pero de arañazos no se vive, y lo sabes muy bien. Pesarán los días, la espera, el silencio, la oscuridad, la soledad... Pesará mucho.
El momento en el que te ves encaminada hacia donde no iban tus principios, tus metas, tu forma de vida. El momento en el que conoces a alguien que te alimenta de fe, a ti, que no eres creyente, a ti que reniegas de todo. Cuando las lágrimas pesan, empañan cada cristal... te ahogan. ¡Qué miedo! Y cuantas ganas, cuanta ansiedad, cuanta necesidad de sentir otro caminar acompasado al tuyo, su caminar acompasado al mío. Y... esas posturas antagónicas de las que solo otros hablaban y que ahora están aquí, inmutables. Contra las que debo luchar.

Domingos por la tarde.

Desde fuera somos puntos en un espacio enorme. Cualquier cosa nos aplasta. Y tal vez no nos damos cuenta pero el tiempo nos gana a pulso, envolviéndonos en bucles de horas. Mientras tanto, muchos de nosotros, impulsados por buenas o malas intenciones somos incapaces de ver llover o de estar más de diez minutos tomando el sol. Tenemos que ganarle recorrido al reloj, desandar las prisas, asegurarnos de que disfrutamos de la oscuridad. De la oscuridad compartida sobre todo.
Mirar una foto y clavar los ojos hasta acordarnos de todas las sonrisas de ese día, de cada lágrima, y de si era de día o de noche. De las palabras que enseguida se fundieron con tu oxígeno, de la respiración que posiblemente lo hiciera con el de la otra persona. Qué complejos somos, insensatos. Queremos lo que no necesitamos y rara vez vemos por nosotros mismos que son nuestros actos los que manejan las pasiones de los demás. Nos provoca malestar físico todo lo que sentimos inalcanzable y sin embargo obviamos detalles como una mirada a cinco centímetros...
Deberíamos medir la vida por los momentos que nos han empujado a la locura, que han reventado nuestra mayor sensatez. Y medir nuestro bienestar por todas y cada una de esas personas que, salidas del más absoluto silencio, nos han enseñado a gritar, y lo siguen haciendo. Solo por esas personas que logran desintegrar nuestro miedo merece la pena todo. Dejarse romper.

Siempre me fui fiel.



Varias luces proyectadas tras el cristal de mi ventana, aún sentada delante de este montón de papeles,me pregunto si sigo soñando, si siguen andando mis pies al ritmo de las canciones que en estéreo envuelven todo. Y la verdad es que no iba buscando nada mientras andaba, ya no. Hasta ese día en el que me di cuenta de que él lo tenía todo. Se esforzaba mientras yo creía estar pasando el verano de mi vida. La mayoría de las veces yo era todo cordura pero él supo deshacerla mientras me enamoraba como una fan de su voz. Mientras pensaba que prefería recorrer la playa de su mano escuchando 'Someone like you' a dejar pasar el tiempo como si no pasara nada. "¿Le seguirán gustando los mismos colores?" Me pregunté mientras le hacía una foto a mi cara con aquel maquillaje tan horrible. Y después conseguí ser locura en esos brazos que me mantenían en el suelo de su habitación, en el portal, delante de esas viejas fachadas en la Gran Vía. . .
Si. Lo tenía todo. Me preparó cruasanes con mermelada mientras yo me tiraba a una piscina de fondo negro a las dos de la mañana. Y yo en ese momento era ilusión, él, un torrente de aire. Y fui de luz siendo él la luz. Aunque también llegamos a ser sombra a la vez... ¿cómo te explico? Me anclé a sus clavículas mientras gritaba con los ojos que no me dejara sola jamás, que seguía siendo fan de su voz y que si se acordaba de Madrid.


Momentos en los que todos tus principios se quedaron al sur de sus finales. Momentos en los que el norte lo marcan las yemas de otros dedos. Momentos en los que los vértices de uno son las cosquillas del otro. Momentos en los que la oscuridad brilla, retumba en nuestro pecho, estalla en las palmas de sus manos. Momentos en los que te expandes, en los que uno nunca es igual a dos. Momentos en los que naufragas, en los que a gusto te ahogas, en los que no existe ese tiempo que nos tiene presos. Momentos en los que muerdes la libertad, en los que no te apagas... porque hay algo que nos mantiene vivos, delirantes.

No olvidar:

Todo lo que hagas en la vida será insignificante, pero es muy importante que lo hagas porque nadie más lo hará. Como cuando alguien entra en tu vida y una parte de ti dice: 'No estás mínimamente preparado para esto', pero la otra parte de ti dice: 'Hazlo tuyo para siempre'.

03:36 am.


Él le aportaba seguridad y ella sin darse cuenta le regalaba sus vértices.

¿Se puede ser más feliz?

Empiezo por lo que sé con toda seguridad. Sé que, con suerte, te vas a morir una vez. Así que procura no morirte más veces por el camino. No hay nada peor que esa gente que se va muriendo antes de morirse del todo. Para evitarlo, te regalo un método infalible. Mientras tú vayas decidiendo, todo está bien. El día que dejes de decidir, ese día, cuidado, porque la habrás palmado un poco.

Ten siempre más proyectos que recuerdos, es la única forma que conozco de mantenerse joven. Olvídate de la patraña esa de ser feliz, ya te puedes dar con un canto en los dientes si llegas a ser el único dueño de tus propias expectativas.
Hay que dedicarse a algo de lo que jamás te quieras jubilar. Por mucho que te cueste pagar las facturas. Por mucho que en las reuniones de antiguos alumnos te miren mal. Es mejor dedicarse toda una vida a algo que te divierte a pese a no llegar a fin de mes, que pasarte un solo día trabajando únicamente por dinero.
Entre lo poco que sé de la vida, también te diré que nada de todo esto vale la pena sin alguien que te haga ser incoherente. Ni flores, ni velas, ni luz de luna. Ése es el verdadero romanticismo. Alguien que llegue, te empuje a hacer cosas de las que jamás te creiste capaz y que arrase de un plumazo con tus principios, tus valores, tus yo nunca, tus yo qué va.
Ojalá ames mucho y muy bueno, incluso a riesgo de ser correspondido. Que te despojen de todo, que hagan jirones de tus ganas y que te veas obligado a remendarlas con el hilo de cualquier otra ilusión. Que desees y seas deseado, que se frustren todas tus esperanzas y que acabes descubriendo que la única forma de recobrar el primer amor, que es el propio, es en brazos ajenos. Dos emociones inútiles asociadas al pasado, arrepentimiento y culpa, y una emocion inútil asociada al futuro, la preocupación. Cuanto antes te desprendas de las tres, antes empezarás a apreciar lo único que tienes.
Qué más. Ah, sí. Sé que al menos un amigo te va a traicionar, otro será traicionado por ti, y que te pongas como te pongas, los que no hayas hecho antes de los treinta, ya jamás pasarán de buenos conocidos. Cuenta sólo con los tres principales, porque a partir de ahí todo es mentira.
Para terminar, y hablando del tema, déjame que te presente a tu mejor enemigo. Se llama miedo. Quédate con su cara, porque va a estar incordiándote de ahora en adelante. Miedo al fracaso. Miedo al qué dirán. Miedo a perder lo que tienes. Miedo a conseguirlo. Miedo a saber poco de la vida. Miedo al tener razón.

Que lejos es muy lejos.

Despide. Viaja. Conoce. Re-conoce. Instala. Aprende. Enseña. Canta. Baila. Desfasa. Aprende. Escucha. Navega. Bucea. Observa. Come. Olvida. Perdona. Influencia. Déjate influenciar. Diseña. Modela. Dibuja. Escribe. Inspira. Déjate inspirar. No permitas que nunca nadie te lo impida. Nunca. Ríe. Ríe. Ríe tan fuerte que te escuchemos desde aquí. Besa.  Ama. Nunca dejes de hacerlo. Araña. Agarra. Muerde. Grita. Respira. Suspira. Sueña. Establécete metas. Consíguelas. Cierra los ojos. Ábrelos. Amanece. Anochece. Enternece. Acaricia. Siente. Déjate sentir. Fotografía. Piensa. Sonríe. Déjate llevar. Controla. Besa. Explora. Explota. Conduce. Viste. No vistas. Recuerda. Llora, pero solo te permito que sea de emoción. Espera(nos). Prioriza. Capta las imágenes más bonitas que tus ojos puedan tomar. Hazlas tuyas. Susurra. Vuelve a besar. No dejes que te engañen. No dejes que te hieran. Compón. Vuela. Deslízate. Infórmate. Lee. Comprende. No desaparezcas. Desaparece alguna vez. Acuérdate de todo lo que aquí dejas y… Vuelve. 

¡Vive!

Jamás olvides que tu vida es más grande que tus miedos, que tus fuerzas son mayores que tus dudas. Que aunque tu mente esté confundida, tu corazón siempre sabrá la respuesta. Con el tiempo lo que hoy es difícil, mañana será un tesoro. Pelea por lo que realmente te llene el alma, y ten la virtud de saber esperar, porque todo lo que tenga que ser... será.

Primavera, ven y cúrame el invierno.


La niña movió el aire con sus labios.
Detrás de los cristales nadie supo lo que dijo. 
Era triste mirar a aquella gente intentando aclarar una sonrisa,
Y sin embargo estaba todo claro:
la niña había sonreído, simplemente.


(Ángel González)

¿Qué verdad te ha quedado por buscar?


La lluvia de hoy ha vuelto a dejar la tierra húmeda. Y ese olor, ese olor que consigue enderezar cualquier día. Y al respirar te sientes bien, te sientes libre y vulnerable frente a cualquier beso. Doy por finalizada la etapa de los amantes de lo ajeno, por personas como él merece la pena respirar. Diría que merece la pena todo. De un tiempo a esta parte me he dado cuenta de cuál era mi lugar. Y estaba con él, muy cerca de él además. Y son tan grandes las ganas de trazar esas líneas que me abandono a todo momento perdiéndome entre sus manos y echarle de menos cuando no está, como ahora.
Una vez hablé de que el amor era solo polvo, humo que al abrir las manos se esfumaba sin hacer ruido. A la vez pedí que él supiera guiar mi mano al trazar garabatos en mi papel arrugado, ese papel que solo se arruga con la humedad de la lluvia, y confesé y vuelvo a hacerlo, que me empaparía con sus lágrimas. Y sería capaz de juntarlas con las mías y llegar a crear un material tan imperfecto que arderíamos en él. Dije que no le pediría que se enamorara de mi, porque eso significaría convertirse en humo. Pero ahora se que era la mejor opción, y así lo hice, y así sucedió aquella noche. También sé, y solo ahora lo sé, que aunque abra las manos nada saldrá de ellas si no es un apretón de manos que le haga estremecerse y darse cuenta de que todo irá bien. Y ahora tengo sonrisas que compartir. He dejado de ser la perfecta y responsable señorita que encerraba los impulsos en sus puños apretados. Y por fin hay días en los que mis labios pierden los papeles... Todo gracias a la persona más maravillosa que ha podido existir. Todo por él, por él, por él.
Algo que fue mio hace mucho tiempo y que nunca más pude compartir con nadie. Por personas como la que llevo de la mano merece la pena cualquier tipo de espera, cualquier lágrima, cualquier momento roto...
Y que afortunada me siento por no poder dormir en esas noches porque él no me lo permite y por tener conciencia del peso que tiene el tiempo a su lado.
Él. Él era mi mayor verdad. Gracias por haber elegido ese asiento a mi derecha. 
A veces no cabe la felicidad en lo ínfimo de una lágrima.

Que sola no comprende la vida, no.


Ven pequeña, siéntate aquí y escucha lo que quiero decirte.
Has empezado un camino nuevo para ti, y te sientes algo confusa. No hace falta que lo grites, puedo oirlo en tu silencio. ¿Miedo? Si, puedes tener miedo, pero solo en la cantidad justa que justo te empuje a pensar antes de actuar. Has cambiado de mundo, y déjame decirte que los cambios no son fáciles: tendrás que adaptarte, enfrentarte a situaciones a las que nunca antes te habías enfrentado. Te plantearás mil veces y una más tu situación, tu felicidad. Conocerás a gente que te quiera querer, y a mucha otra que, disfrazada de sonrisa, solo te ofrezca perdición. Y debes descubrir qué quieres en tu nuevo mundo, qué necesitas en él. Conoce. Explora. Observa y saca tus propias conclusiones. No te dejes influenciar ni manejar. Aprende. Comprende. Consigue tus metas. Lucha por lo que quieres, por lo que tienes y por lo que quieres querer. Pregunta, empápate de los demás, enriquécete de ellos. Completa aquello que te falta con lo que te ofrezcan quienes quieren ser sinceros contigo, y te adelanto que serán pocos. Te caerás muchas veces y habrá quienes no te ayuden a levantarte, quienes solo te pongan la zancadilla para que vuelvas a caer, pero conseguirás levantarte. Sola o con ayuda, pero sé que lo harás. ¿Que no sabes cuál es tu sitio? Ven, acércate más, que te voy a confesar una cosa: nadie lo sabe realmente. Nuestra misión en esta vida es crearlo, encontrar el lugar donde realmente seamos felices con lo que hacemos. Y no creas que es tarea fácil, no. Es algo difícil; es tarea de valientes, de personas como tú. Y ¿sabes qué es lo mejor de todo? Que estás creciendo, y lo haces tú sola. Tampoco crecer es tarea sencilla, pero te puedo asegurar que es de las cosas más bonitas que vas a hacer en esta vida, porque si, pequeña, LA VIDA ES MARAVILLOSA; lo descubrí hace tiempo, así que sécate las lagrimillas con la manga del jerséy y vuela a descubrirlo.

16, fiera.



Estoy en ese momento de la vida en el que te das cuenta... no. En ese momento en el que comprendes a la perfección la realidad. Que no hay nada más que los intereses de los demás pisándote los pies y tienes que sobrevivir a ellos. Y los tuyos a pocos les importa. Afortunadamente los míos les importan a bastantes y esos pisotones, sobre todo desde hace un tiempo, suelo esquivarlos con elegancia. Estoy en ese momento de la vida en el que una mano para ayudarte la ves como aguarrás a través de tu garganta. Y cuanto más te esfuerzas por respirar más llueve, pero es cuestión de saber elegir y llevarte la mano buena.  Llevarte la mejor parte y saber aprovecharlo. Estoy en ese punto en el que he conseguido distinguir quién es real y quién no lo es, quien me ofrece palabras sinceras y quién intenta hacerme daño con el disfraz de una sonrisa. Mi interior es un revulsivo de agitación y pasión por las cosas que amo o debería amar, y una indiferencia y decepción con gran parte del mundo que me rodea. Pero solo eso, casi. Quiero poder llegar a lograr tantas cosas que estoy segura de que toda una vida no me será suficiente. Pero él me ha prometido que lo será, que haremos juntos de esto un lugar utópico. A veces me gustaría parar el tiempo. Tener otro tipo de tiempo. Tiempo para no medir el tiempo. Enamorarme de las cuerdas de una guitarra, del sonido de las teclas de un piano,  de la vida que llevo, de una voz como su voz, dios mio, su voz, es perfecta. Todo él es perfecto. Lo adoro. Y hoy puedo decir que es así. Lo he conseguido. Estoy en ese momento de la vida en que, atendiendo como niño a caramelo, me admiran por afrontar cada día con alegría, con ganas y con optimismo. Saber reírme de mí misma, guiñarle un ojo a quien no me sonríe en el espejo y encontrarme con él inundando mis ojos. Estoy en ese punto del camino en el que importa poco a dónde ir porque cualquier dirección sería correcta, porque hoy nuestras manos tienen fuerzas, hoy aprietan. Soy tan idealista que me gustaría gritarle a quien todavía no me haya escuchado, que me da asco esa gente y su descaro para salvar su piel en pos de aquellos a los que se llevan por delante, pero me tiembla la voz. ¿Cobarde? Quizá, pero sin duda, franca. Porque en esta vida hay verdaderas maravillas de las que mis manos, diminutas e insensatas, han logrado ser partícipes. Y la grandeza de todo esto, la satisfacción y agradecimiento por poder ser quien soy sin miedo alguno se lo debo, en gran parte, a él. Gracias por haberme salvado.
Lo de no hablar no duró; al poco tiempo ya no podía hacerte callar. Pero estabas encantador intentando impresionarme con esa historia y tus grandes planes. Yo no tenía ni idea de lo que hablabas, pero no podía evitar que me gustara escucharteEn ese momento... me enamoré de ti.

2012



Llegará el día en que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza.

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