El oxígeno también es lo que nos hace arder.

22:16

Es duro el no sentir. Es duro haberte esforzado tanto por querer, que hoy ni si quiera pueda aclarar todo lo que divaga por la cabeza, y está claro que no basta con querer. Ser incapaz de no ahogarte. Incapaz de creer. Tropezar día tras día con tus propios pasos y volver a hundirte, aunque no de cara al exterior. No ser capaz de sentir, de soplarle al viento que viene en dirección opuesta. El pasado duele y los verbos que algún día conjugaste en presente pensando que eran tu futuro, más. 

Todo lo que antes devoraba el fuego, hoy lo quemará el frío. Tantísimos trozos de un nada tan intenso que el miedo te paraliza y no te deja respirar. El no confiar en que puedas volver a todo lo que era de luz, en que puedas volver. No confías, eso es todo. 
Es duro sentir que no puedes sentir, que frenas cualquier impulso que pueda descolocarte. Es duro sentir que no sientes, que eres incapaz de volver a romperte por todo lo que te hacía ser así. Merece la pena en ocasiones, pero la reconstrucción no será fácil, ni agradable, incluso puede que flaquees de nuevo cuando tienes que ser fuerte. Quieres querer, pero eres incapaz de volver a verte en la misma basura a la que te llevaron unas ilusiones quizá infundadas. No te sobran fuerzas, porque no las tienes, quizá ahora, quizá solo de momento, quizá algo inspire el volver a tenerlas.
Ser insignificante a cada lágrima que cae, y los sentimientos a los que rehuyes te van haciendo cada vez más pequeña. Llevar a la espalda sacos rotos, los que llevaban los deseos a los que no les diste alas porque no te dieron tiempo. Tiempo... tiempo es lo que nos hace falta. Tiempo es lo que precisamente no tenemos. 
Duele. Algo dentro duele mucho, y no sé lo que es, no podría darle un solo nombre. Incapaz de llorar cuando más lo necesito si no estoy sola o con mi mayor confidente, porque no puedo volver a sumergirme en el caos de sensaciones: 'tan nihilista te has vuelto que ya no crees ni en la piel, tú, que antes idolatrabas las caricias'. Duele sentirte. Duele no poder arreglar todo en este mismo instante y darte cuenta de que realmente no ha pasado nada, que la vida no ha dado ese giro de 180º hacia el lado equivocado, hacia donde nada será como esperabas. No te ves capaz de volver al barro después de haber encontrado el camino correcto y haber llegado al punto álgido de la sonrisa perfecta. No, no te ves capaz, no en este momento. No puedes. Necesitas un impulso que te lleve lejos, que te detenga en lo más alto, pero que no te deje estrellarte contra el suelo. Impulsos como los de antes. Como los suyos.
Personas que son los descubrimientos más veraniegos de un invierno transformado en infinitud. Que ahora vives con el miedo de que puedan desaparecer y obligarte a morir de sed. Duele, saber que por un arañazo más a todas esas delicias serías capaz de encadenarte otra vez al dolor, pero de arañazos no se vive, y lo sabes muy bien. Pesarán los días, la espera, el silencio, la oscuridad, la soledad... Pesará mucho.
El momento en el que te ves encaminada hacia donde no iban tus principios, tus metas, tu forma de vida. El momento en el que conoces a alguien que te alimenta de fe, a ti, que no eres creyente, a ti que reniegas de todo. Cuando las lágrimas pesan, empañan cada cristal... te ahogan. ¡Qué miedo! Y cuantas ganas, cuanta ansiedad, cuanta necesidad de sentir otro caminar acompasado al tuyo, su caminar acompasado al mío. Y... esas posturas antagónicas de las que solo otros hablaban y que ahora están aquí, inmutables. Contra las que debo luchar.

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