Querido tú II


Ya es invierno,son las 12 y algo más de la noche de un sábado cualquiera y he vuelto al parque donde te escribí la última vez. Hoy es diferente, ya no puedo escribir para decirte que te quiero a mi lado, sino para hacerte sonreír por estar a mi lado.Hoy no hay bicis paseando por el retiro,así que hoy no habrá interrupciones de ese tipo, supongo que nadie quiere notar el frío helador en los huesos pero a mi me parece bonito pasear por aquí repleta de ropa calentita e ideas para escribir.


Me remito a los días del último verano. Y confesaré a gritos lo que nunca me atreví a decirte. Lo haré aquí, calada por la humedad y a la luz de una farola. Antes de empezar quiero decir que he tratado muchos tipos de personalidades, a muchísima gente, y se de lo que hablo cuando juzgo sobre alguien, tanto para bien como para mal.


Si se trata de ti he de decir que me caes simpático, que me has sorprendido para bien, aunque los nervios y la intranquilidad te hacen pesado. Las miradas profundas que transmiten bienestar son de tus mejores armas pero no se pueden comparar con los abrazos y los besos tibios en en los días de frío a las 3 de la mañana. Si se trata de tu baile ambos sabemos que no es demasiado bueno pero no importa, sabes dejarte llevar por la música y hacerme reír. 
En cuanto a cosas menos superficiales, tu fortaleza me sorprende, creo que es lo que más, y me gusta que tengas esa personalidad tan fuerte y definida. Desde luego nadie dijo que lo de recuperarse rápido de un momento de bajón fuera fácil, pero poco a poco empiezo a pensar que quizá no tenga tanta dificultad. Me gusta que llames en el momento oportuno, que seas sincero y que hayas querido empezar esta nueva vida conmigo.


¡Ey! Me encanta que me hagas fotos.


Sé que la impuntualidad es tu punto débil, pero no me quejo, yo tampoco preciso de exactitud la mayoría de las veces. Sé que nunca vas a decirme todo lo que quiero oír, cosa que agradezco y seguramente tendré que repetirte las cosas cien veces y aún así no las recordarás, como la fecha de mi cumpleaños. Rara vez se te va a ocurrir algo medianamente cuerdo o cotidiano, tienes una imaginación desbordante y me apasiona, de verdad que si. Soy tu chica de bolsillo, dices, aunque no creo que sea tan pequeñita como para caber en uno y crees que si algo falla es porque tiene poca azúcar, pero a pesar de todo se que eres capaz de provocar un amanecer y reconozco que me encanta, sobre todo si va a acompañado de besos de mariposa y un café bien caliente.
Has sido un gran amigo desde el principio, alguien a quién en ciertos momentos importantes he tomado como punto de referencia, el primero en el que he pensado en llamar si me encontraba mal o si necesitaba un descanso,  el que ha conseguido hacerme ver que las cosas pueden ser posibles si crees que lo son. Has conseguido que al escuchar ciertas canciones llore, prometido que eso no era nada fácil y sobre todo has conseguido que tenga ganas de hacer, por encima de cualquier pero, lo que sea por ti. No me arrepiento de nada, como tampoco me arrepiento de echarte de menos cuando giro la cabeza y no encontrarte. Me gusta mucho que te guste Madrid tanto como a mi, y que además hagas que tenga más ganas de pasar el tiempo allí.
Esta tarde, por cierto, por un momento he visto en tus ojos que de verdad creías que ya no te quería. La idea más absurda, más ridícula, ¡como si hubiera alguna manera de que yo pudiera existir sin necesitarte!


Querido tú, eres mucho más de lo que te cuento aquí, no sé como hacértelo entender, no sé cómo ni por qué pero sobre todo sé que eres todo aquello que nunca pensé que serías.


QuiéroTE.

Y todo eso pasa últimamente.


Después de todo, ¿de cuántas maneras se puede destrozar un corazón y esperar de él que continúe latiendo? 
En los últimos días he sobrevivido a un montón cosas que deberían haber acabado conmigo, pero eso no me hace sentirme más fuerte. Al contrario, me siento tremendamente frágil, como si una sola palabra pudiera hacerme pedazos. Por otra parte me tranquiliza saber que los días sucesivos estarán llenos de alegría, de esa felicidad que confiere el equilibrio, el sentirse serenos, el no buscar más de lo que se tiene.

¿Sabéis lo que eso supone? ¡Conseguir ser invisibles por un eterno y efímero instante! Y bueno, es cierto que este tiempo puede inundar nuestros días de un color gris oscuro, pero yo apuesto porque, siempre, a pesar de las adversidades del camino, habrá alguien que consiga pintarlos de un gris más clarito, mucho más clarito.
Y los días pasarán. Días de estudio. Días de amor. Días importantes.

Seguro que no estábamos contando estrellas.

Desde hace unos días parece que se ha sumado un tiempo a mi vida para hacer lo que aún ni se me había ocurrido. Alguien me ha dejado abrir un nuevo camino en su vida, incluso el mio propio. Alguien sin un por qué definido ha acrecentado mis ideas, esas que hasta hace bien poco eran pequeñas partículas de polvo revotando en mi cabeza. Alguien ha provocado el movimiento de las comisuras de mis labios hacia los límites más inexistentes de la sonrisa perfecta. Alguien me ha devuelto las ganas de la superación, de la creatividad, de la no renuncia, y de querer, sobre todo de querer. Pero llegados a este punto no me importa. Me he dado cuenta de que la vida puede ser maravillosa, aunque en ocasiones duela tanto como algo que... no sé explicar.
Alguien a quien le he regalado mis ganas, mis provocaciones, mis secretos... casi todo mi yo. Con lo que espero que sepa cuidarlo porque me ha costado mucho hacerlo. Y hoy, ¡hoy me siento bien! No lo había gritado así desde hace muchísimo tiempo, pero es que esto me hace dar de mi lo que no tengo.
Hace tiempo pensé que contando las estrellas de cualquier universo la vida había querido que yo fuera luz, pero ese día no estábamos, precisamente, contando estrellas. Sé que el tiempo siempre impone su ley, pero siento felicidad ante el tiempo que como ya he dicho antes, alguien, me está regalando. ¿Por qué estamos aquí, si en unos cuantos millones de horas nadie nos va a recordar? Contestaré a eso diciendo que el mientras tanto hay que pasarlo de alguna manera, y... ¿por qué no en compañía de alguien que te quiera?
"Quizá vuelva a romperme, y a tener que soldar cada parte dañada con mucha paciencia y más de ese tiempo. Por eso, odio la música en los momentos rotos, porque siempre me hacen recordar." Solía decir. Y se acabaron los quizás, los peros y los pretextos. A partir de hoy crearemos universos, en las horas más oscuras me hará levitar. 
Empieza la recompensa por cada mala racha, por cada momento roto. Empieza la vida por simbiosis. Empiezas tú y empiezo yo. Empezamos nosotros.

En una calle de Madrid.

Un beso. Uno solo no. Otro y otro más. Manos entrelazadas, ojos que se buscan y encuentran espacios y panoramas nuevos. Esa vez, momento único que desearías que no acabase. 
Descubrirse, vulnerables y frágiles, curiosos y dulces. 
Una explosión.

Vamos a metabolizar la vida desde la cima del optimismo.

Un día te das cuenta de que las cosas vuelven a cambiar, amiga. Se acabó el mirar con sentimentalismo y melancolía a los días pasados, ya que gracias a ellos somos lo que somos, y porque ya es hora de cambiar y sonreír, pero con sonrisas de verdad, las de escaparate no me valen. Quiero sonrisas como las que me producen los días de lluvia, esos días en los que pasada la tormenta huele a tierra mojada. Vamos a ponerle una banda sonora distinta a cada amanecer, a cada paso que demos a partir de hoy, y vamos a entornar los ojos para hacer nuestro todo aquello que por estar demasiado cerca nuestros sentidos no ven, no oyen, no huelen y lo más importante, no tocan. Desde ahí arriba, desde el positivismo, el recorrido es más llevadero; estoy segura de ello aunque nunca lo haya probado. No desperdiciemos ni un solo segundo de nuestro tiempo porque lo que hoy es hoy, mañana será ayer. Somos jóvenes e inmortales, no lo olvidéis nunca, pero la inmortalidad es tan efímera como aquellos atardeceres veraniegos, así que hagamos un chocolate caliente con ella. Cada día, cada paso. Kamikaze pero jóven. Joven pero sensata. Me quedo con el sabor de esa última noche, ¿vosotros? Contádmelo en abril.

Como actores entre bambalinas.


En ese caso ¿qué haces para sentirte mejor? A mi, de momento, me consuela saber que dentro de muy poco podré abrir el cajón de las bufandas y que mi nariz empezará a formar parte del hielo cada mañana. Además en esos días de invierno te sientes como en una obra de teatro, el ambiente lo pide y tú aceptas. Si te fijas suele haber charcos en el suelo después de una larga e intensa tarde de lluvia y las noches se alumbran con pequeñas luces de colores. Sientes como el gran foco de luz blanca apunta hacia ti para cederte prioridad ante otros, y vuelves a ceder. Las grandes avenidas se llenan de gente, ruido y coches. Lo divertido o íntimo de esto es que puedes pasear de la mano con quien quieras y por donde quieras. Nadie va a sorprenderse, ya que sois vosotros los protagonistas de la obra, en la cual no habrá telón para anunciar el comienzo o el final, de eso nadie se preocupa, quedáis ocultos bajo el cartel de "nosotros somos luz y ellos están ciegos". Es tan solo una forma de sentirse e instantes en los que alargas al máximo cada suspiro en las subidas de felicidad, como actores entre bambalinas después del acto que acaban de interpretar mejor de lo que pensaban, lo saben por la intensidad de los aplausos que escuchan, en tu caso, o  en mi caso lo sabes por la intensidad que tengan los besos que te acaban de regalar.
Entonces esos días de frío, esos días en los que te has sentido tan bien, se quedan en ti para siempre. Y quizá algún día se olviden, pero por el momento son para siempre.

Deja que el viento la lleve por toda la ciudad.

Vuelvo a escribirte, aunque la carta de hoy es la más especial de todas, la de hoy está fechada a veintinueve de octubre. Exactamente hoy hace un año de la noche en la que dejé de ser todo lo que era para convertirme en lo que soy. Un año de la noche en la que me cambiaste un beso de alguien inolvidable por toda tu esencia, por toda tu realidad.
Desde entonces todo, en parte, ha ido mejor. Me he equivocado en infinidad de cosas pero otras muchas han salido perfectas y se que de no haber recorrido tantos kilómetros aquel día esto no hubiera sido así jamás.
Aquellos diez días fueron de los mejores que recuerdo, de hecho pocas veces me he sentido tan bien como entonces. Hoy escuece cada uno de los recuerdos y me producen instantáneamente unas ganas inmensas de volver. No cambiaría nada de aquel viaje, nada en absoluto.
Te echo de menos, igual que echo de menos todo lo que tiene que ver con tus baldosas, tus ruidos, tus mejores vistas, tus paseos, tu muchedumbre. Todo.
Ahora que ya ha llegado el frío los días empiezan a ser más largos y el cielo últimamente está nublado así que esto empieza a parecerse al cielo rojizo que me dejabas ver cada atardecer.
Siempre pienso, junto con los demás que también te echan de menos, que sería magnífico que pudieran ser reversibles todos y cada uno de aquellos días en Nueva York.


Volveré, te lo prometo.

Pd: Happy Halloween.

.
Te invito a un café.
Caliente, claro. Y sin azúcar, sin aliento.
.

Parte mia, parte suya, mucha parte nuestra

Mi padre. Trabaja en algo que no tiene nada que ver con la televisión y todavía recuerdo como, cuando era más pequeña, le pregunté qué es lo que hacían los actores mientras ponían anuncios en la tele, a la vez que la retransmitían por televisión. También recuerdo como entre risas él me contestó que eso llevaba ya un tiempo grabado, que se hacía por escenas, a trozos, y luego lo juntaban todo. Tengo grabada en vídeo a mi hermana pequeña haciendo las típicas gracias de esas edades. Cosas de críos. Gracias a otra grabación, de ese mismo día por cierto, también recuerdo como era la voz de pito que tenía a esa edad, no sé cual. Tengo un padre que es aficionado a prestarme su ayuda en cada paso que doy, incluso para sacar una simple fotografía.
En resumen, tengo un padre, podría contaros muchas cosas más sobre él, pero me limito a decir que, evidentemente, guardo muchos buenos recuerdos a su lado, pero sobre todo, le quiero agradecer que de mi corta vida, o mis escasos 18 años, hay un sinfín de pequeños y grandes anécdotas que sólo recuerdo por él, o por su pequeña manía y afán de querer inmortalizar todo, y llevar siempre cualquier instrumentillo tecnológico encima, ya sea un pequeño trípode(si, poco tiene de tecnológico) o una cámara de fotos cada vez más desgastada. Y de todos esos recuerdos que para mí valen tanto, he de reconocer que mi vida de interesante, poco. Pero si puedo asegurar que desde bien pequeña me ha corrido por dentro el gusanillo que me ha incitado a querer más, que me ha hecho verme, no sé por qué, más feliz que cualquiera que me rodease, porque he tenido siempre la posibilidad de correr, de pelearme, de gritar, de columpiarme, de caerme al suelo y tropezarme, de hacerme una herida en el recreo, de reír, de llorar, de planear algo con la mansa mente de una niña de 10 años, de ir con mi madre a comprar a Zara Kids y llevarme lo más hortera. También he tenido la posibilidad de ser de las primeras en entrar al comedor y de salir la última, de decidir no comer nada y sentir psicológicamente como justo el día que lo pruebo, no dejo ni rastro del asqueroso potaje y el asqueroso arroz con tomate del comedor del cole. He podido celebrar mi cumple en un local de lo más simple en mi urbanización y recordarlo como tardes estupendas con los amigos, tengo fotos con todos mis amigos al lado desde los 4 años (o con casi todos), me acuerdo de construir casitas pequeñas para las hormigas y escribir en mi diario con Ariana las mañanas de julio. Me acuerdo de mis piececitos andando por las playas de Cádiz, y pararnos antes en un chiringuito a comernos una bolsa de Doritos, de taparme los oídos al escuchar petardos e incluso llegar a llorar. He tenido la posibilidad de poder decir toda orgullosa desde bien pequeñita que ya me duchaba y me lavaba el pelo sola, de disfrazarme de Escarlata O’hara a partir de aquella estupenda Navidad, de ser una niña egoísta y caprichosa, de preferir bucear que nadar en la piscina, de morirme de asco al ver una tarántula muerta flotar sobre ella, y de aprender a los 7 años como pronunciar perfectamente “red” en inglés. He coleccionado bichos dentro de un bote de pelotas de tenis con mi hermana pequeña, y he sabido desde siempre que desde luego, los bichos (como estos del bote de tenis) bonitos si, pero me dan un asco impresionante. He jugado al tenis desde bien pequeña y antes no lo sabía apreciar, pero ahora se, que todo lo que me ha dado el deporte tiene en parte culpa de lo que soy y como veo las cosas hoy en día y se merece un gran agradecimiento.
Me he sentido desde pequeña muy afortunada por poder viajar, y tampoco he viajado mucho, me he sentido desde pequeña muy afortunada de poder hacer prácticamente todo lo que me gustaba siendo consciente de que hay otras muchas personas que están limitadas o que simplemente no pueden. Me he sentido desde bien pequeña muy afortunada de tener el padre que tengo, la hermana que tengo, la madre que tengo, de haber tenido la oportunidad de conocer a cada una de las personas que he conocido, de quienes siempre he aprendido algo distinto. Me siento ahora muy afortunada, de saber que sigo siendo pequeña, y de saber que, sin acordarnos, mientras que hay a muchas personas que se les está acabando el cuento, a mí me queda todavía mucha historia por contar y querer inmortalizar fotográficamente, tal y como mi padre, sin ser consciente de ello, me ha incitado a querer hacer.

.
“Y fue en aquella ocasión en la que empecé a pensar en Thomas Jefferson escribiendo la Declaración de la Independencia, diciendo que todos tenemos derecho a vivir, a ser libres y a buscar la felicidad. Y pensé en cómo supo poner la palabra "buscar" ahí en medio, como si nadie realmente pudiera alcanzar la felicidad, como si sólo pudiéramos buscarla…”

Vaho en los cristales

Enciende la radio y apaga todo lo demás.
Oscuridad. Suspiros repentinos. Manos que se cruzan, divertidas, un beso y una camisa que resbala. Un cinturón que se abre. Una cremallera que baja despacio, muy despacio. Un salto. En la oscuridad pintada de oscuridad. Felices de estar allí. . .
Oscuridad hecha de deseo, de ganas, de ligera transgresión. La más suave, la más deseable. Coches que pasan veloces por la carretera. Faros que iluminan como un rayo y desaparecen. Ráfagas de luz que dibujan bocas abiertas, deseos suspendidos, alcanzados, quizá cumplidos, ojos cerrados, segundos después abiertos.
Y más y más.
Como entre nubes. Pelos alborotados y asientos incómodos. Manos que proporcionan placer. Bocas en busca de mordiscos y coches que continúan pasando, tan veloces que nadie tiene tiempo de reparar en aquel "amor" que sigue el ritmo de una música al azar, procedente de la radio. Y dos corazones acelerados que no frenan, a punto de chocar.

Martes

No, no me cuentes eso a mi, no te atrevas ni a... así no es como se trata a una amiga, por muy perturbada que esté tu cabeza las cosas no se pueden definir así, sin más.
¿Besándome los sábados por la noche? ¿Agarrando mi mano, los días entre semana, cuando voy caminando por la calle y la estiro hacia atrás? ¿Tener planes para dos cada domingo?
Se que tienes miedo, pero defiendo que todo el mundo debe arriesgar y quererse y los dos sabemos que nos queremos.
No sé que ha sido del tímido roce de tu nariz por los distintos rincones de mi cuerpo ni de los pasos de astronauta por cada uno de mis lunares. Ya nadie agarra mi mano cuando voy caminando por la calle y la estiro hacia atrás. Nadie pasea conmigo, agarrados, como dos niños perdidos que no se deben separar.
Ya no hay domingos en mi calendario, nadie abraza mis abrazos después de comer. ¿Dónde ha quedado que no sea el helado quien se derrite, sino nosotros al compartirlo?
Yo tenía horario para la televisión, era jueves y viernes a partir de las 23:30, dime que han cambiado las horas, o los días, porque hace mucho tiempo que no la veo. . .

Bienvenido, otoño.

Y con las primeras ráfagas de frio llega el color amarillo mostaza del otoño, me gusta mucho esta estación, quizá no tanto como me gusta él, pero aún así me gusta. Últimamente le doy poca importancia a ese sonido molesto del reloj, es algo así como un tic-tac que se repite en silencio que parece marcar el tiempo que ya no está. Tiempo que, en mi caso, ha sido derrochado en cosas insignificantes, cosas pequeñas, cosas vanas...
Quizá haya manera de recuperarlo, y de prometer cosas que vayan a cumplirse, pero no lo se. Tampoco se como recibir al otoño, si de manera que ese tic-tac se oiga solo de vez en cuando y sea yo la que esté al otro lado sonriendo y sabiendo que ese sonido está perturbando la cabeza de otros o permanecer en silencio escuchándolo.
Él quiere su tiempo, yo necesito mi tiempo, pero prometo que en cuato pueda le llevaré a un lugar en el que el mundo nos quede muy lejos y nos podamos besar. Ese día alomejor no llega, pero el día de hoy ha llegado y quizá en este mismo instante esté dormido, me jugaría lo que sea a que tiene la pierna derecha estirada y la izquierda un poco flexionada, lleva exactamente 76 minutos en esa posición y quizá esté invadiendo un pequeño hueco entre sus sueños. Jamás lo sabré.
También sé como es el olor de su piel los días que se le olvida echarse colonia, días como los de hoy por la tarde, días cualesquiera, días de otoño.


No te vayas, no me dejes, ahora no, ¿vale?

Querido tú:



Al mirar al sol he notado como se arrugaba mi nariz y he cerrado los ojos sin querer. El ruido se ha quedado lejos y mientras tanto he pensado en ti.
Hasta esta tarde no me había dado cuenta de que incluso con los ojos cerrados podría reconocer el sonido de tu risa entre un millón y podría palpar tu cara sabiendo que es la tuya por las pequeñas arruguitas  que se te forman en la sien cuando algo te soprende, ya que si hiciera eso te sorprendería.
Si me pusieran la sombra de gente caminando sabría que la tuya sería, sin duda, la de los brazos un poco alocados y alegres y los pies un poco torcidoa hacia fuera. Además nadie que no fuera tú podría describirse como alguien que olvida cartas de amor encima de los contadores de luz y que adora la fotografía ¿no?

He abierto un poco los ojos porque me pitaba una bici pero ya los cierro otra vez.

¿Por qué ya nadie aparta lentamente el pelo de mi cara y posa sus labios sobre mi mejilla? Ya nadie me besa en la frente ni aprieta mis hombros contra su pecho.
Querido tú, siempre he odiado las despedidas. Pero hay muchos tipos de despedidas, y tengo una que es mi favorita. Me la enseñaste tú.
Gratificante saber que un adiós se vuelve a convertir en un hola en tan solo cuestión de horas. Gracias, supongo.
Siempre supe que a la larga habría infinidad de canciones que detestaría escuchar. Ya no puedo mirar al cielo antes de dormir. Las estrellas no dicen lo mismo que antes.


¡Ay! Otra bici.

Si hablamos de cenar(nos) se que un restaurante cualquiera y un cóctel a medianoche sería motivo de sonrisa. ¿Y quién si no la antigua ciudad de Tokio en sus maravillosos milnovecientos... sirviendo de paraje en tu novela preferida para recordarme a ti cada vez que la leo?
Oye, te echo de menos.
Ya no tengo los ojos cerrados, las lágrimas los han abierto y el ruido ha llegado con ellas. Puedo oir, además de las sirenas y el tráfico, el "crunch crunch" de las ojas al pisarlas. Y el viento, vacilante entre las nubes, me ha dejado ver los contrastes de un atardecer muy parecido a los del mes de septiembre.

.
Éramos jóvenes.
Éramos arrogantes.
Éramos ridículos.
Éramos excesivos.
Éramos imprudentes.
Pero teníamos razón.

.

Llueve. Si, otra maldita vez llueve. No consigo pregnar en el papel nada de lo que me gustaría, y no consigo más que arrugarlo. Las palabras no encajan, está todo embarullado sin ningún tipo de orden y además lo poco que escribo se emborrona con las pequeñas lágrimas que resbalan por mis mejillas y caen desde la nariz como si tuvieran algún sitio previsto al que llegar.
Me siento vacía, como si se me hubiera hecho un agujero en el pecho que no me dejara respirar bien y por el cual se hubiera escapado todo mi yo. Aunque no es del todo cierto, porque siento que echo en falta algo. Algo que fue mio hace mucho tiempo, algo que podría describirse así como el humo y que ahora, al conocerle a él, he pensado que quizá...
Me quema eso de que tengo tanto dentro que demostrar que en mi cara solo se dibuja la seriedad y serenidad de quien no tiene nada, pero el caso es que sí, sí tengo sonrisas que compartir, palabras que decir solo para cuando él las quiera escuchar. Espero que en algún momento me ayude a perder la razón, a que deje de ser la perfecta y responsable señorita que encierra los impulsos en sus puños apretados, y consiga que mis labios pierdan los papeles. Hace tiempo descubrí que el amor es solo polvo, humo que al abrir las manos se esfuma sin hacer ruido. No pido sino que él sepa guiar mi mano al trazar garabatos en mi papel arrugado, porque frente a uno de mis paisajes preferidos confieso que me empaparía con sus lágrimas. Sería capaz de fundirlas con las mías y llegar a hacer un material tan imperfecto que arderíamos como en aquellas noches de incendio.
Nunca es fácil recuperar algo tan grande sin llamar la atención pero es que no os hacéis una idea de lo que significa para mi escuchar un "te quiero" y que al asomarte puedas ver escrita  toda la historia que le ha hecho a esa persona sentir algo tan fuerte por ti y que le haga repetirlo sin cansarse.
Me atrevería a decir que esto, más que una declaración de amor, es una petición de ayuda, pero en fin, no le pediré que se enamore de mi, porque eso significaría convertirse en humo y os adelanto que quiero ser algo más que ese humo que bailó con él en noches como aquella.

.

.

Es de esas personas a las que no conoces directamente, a las que alomejor no ves mucho, pero que está presente cada día en lo que te cuenta la gente con la que sales, lo que te cuentan tus amigos y a los que sabes que les dedican sonrisas.
Entonces esas personas pasan a ser un poco tuyas. Y al final también tú acabas echándolas de menos.

.

Mi muy querida ciudad de Nueva York:


Han pasado ya nueve meses pero vuelve a ser martes y me acuerdo de ti. Te voy dibujando poco a poco en mi mente hasta que creo tener cada trazo en su sitio. Son muchos los recuerdos que creaste en mi y muchos otros los que se quedaron allí, contigo.

Me acuerdo de cada esquina que te delimita con el mar, de cada cara que me proporcionó bienestar y alegría, de cada sonrisa y carcajada que conseguiste extraer de mi. De tu olor a grandeza y esperanza, de tu alboroto e impuntualidad, de tus días de sol calurosos y tus días nublados con lluvia. De tus paseos, fiestas, avenidas, ruidos...
Me acuerdo de tus ganas por tenerme, de tus taxis y de tu pícara sonrisa.
Me acuerdo de tus canciones, tus semáforos, tus secretos...
Me acuerdo mucho del permiso que dejaste en el aire de Manhattan aquella noche de martes y de todo lo que aquella brisa desató.
Me acuerdo con demasiada frecuencia de lo magnífica que eres y de lo difícil que es no echarte en falta.

Pd: no olvides aquellos gestos que eran nuestros...

Ninguna era tan bella como tú durante aquel fugaz momento en que te amaba: mi vida entera.

5 grados.

Los inviernos deben ser muy fríos para las personas que no tengan cálidos recuerdos.

Gotas


Primero, siempre seis minutos de agua muy fría;

luego tres minutos de agua muy caliente.

El jabón lo echaba siempre en el último instante y era el momento más agradable.

No sé que tiene compartir bañera durante sesenta minutos con alguien, pero es como si conocieras más a esa persona.

Como si el agua te transportara parte de sus secretos, de sus miedos, y rozar involuntariamente su piel te permitiese entrar en su esencia más absoluta.


Larvas que se convierten en mariposas,
renacuajos en ranas,
patos en bellos cisnes.

Al final, todo cambia a mejor.

Nada entre el concepto SER o ESTAR.

Sus ojos, su cara. Arrastran las señales lejanas de un disgusto vivido. Como un sueño precioso interrumpido por una persiana subida con demasiada furia. Como el sonido insistente de un móvil que alquien ha olvidado apagar y que hace sonar a otro por equivocación, o algo peor, alguien que no tiene nada que decir.

Algunos días después, no sé cuantos. Ese dolor que experimentas, que no consigues entender de donde puede llegar, que no te da explicaciones, que te hunde como una gran ola que no habías visto, que te ha cogido por sorpresa, que te revuelca, te quita la respiración, te hace rodar sobre la arena mojada, sobre esos pasos que te parecían ciertos en tu vida, Y en cambio no. No lo son. Ya no.

Verano de 2010.

El por qué de muchas cosas.

Después de un buen rato sentados delante de dos granizados de plátano en esa pequeña cafetería de la calle Génova, se decidió a hablarme.
Me habló de todo un poco. Del cáncer de su padre, del apartamento en la playa, de su viaje a Boston, de los novios de su hermana, de los exámenes de selectividad, de la vida que nunca tuvo en Nueva York, de los días de lluvia, de Leslie y las demás, de todo lo que le había costado comprender que esos días de octubre no volverían y de nosotros, sobre todo de nosotros.
Me di cuenta de que leer mi carta le había ayudado mucho. Estaba cambiado. Se había hecho mayor de repente ¡qué guapo estaba!
Yo aparte de llorar por todo aquello que podríamos haber sido él y yo si no fuéramos él y yo, le hablé de las chicas, de los planes de verano, de la fiesta del sábado, de mi problema de salud en navidades, de mis tremendas ganas por volver y un poco por encima mi filosofía sobre el cambio tan brusco que se dio en mi vida por entrar en aquel mundo.
Casi nos habíamos acabado el granizado cuando me dijo que su avión salía en 57 minutos y 35 segundos. Me eché a reír. Fue genial. Era como volver a estar en aquella ciudad. Todo lo referido al tráfico calculado a la perfección por eso de que los taxis amarillos...
Le acompañé a Barajas y facturó su maleta. Ya solo quedaban 11 minutos. Me abrazó. Y fue un gesto tan dulce como el de nuestra última despedida en el aeropuerto de La Guardia, donde me había dado un papelito escrito por él que decía:

"Y fue entonces cuando me di cuenta que era inútil vivir la vida como si se tratase de algo complejo. Si se puede llegar a sentir lo que tú me has hecho sentir en tan pocos días tiene que haber una manera de tomarse esto con mas calma. De respirar hondo (take a breath) como tú me decías. De no darle más vueltas. Te recordaré siempre tan bonita como el primer día en aquella fiesta en casa de Carolyne. Recurriré a tus consejos para todos mis problemas y dudas y escucharé "free falling" en los días de lluvia.
Un chico que encontró su camino gracias a tí, princesa. te quiero."

Así que no quise averiguar el cómo sino entretenerme en el qué. Le sonreí y le besé una vez más. De repente me hizo girar hacia el puesto de revistas y me hizo prometer que no me giraría hasta no haber contado hasta diez. Me giré. Ya no estaba. Entonces comprendí.
En una ocasión le dije que odiaba las despedidas.


Te recordaré siempre, en Manhattan.      

Ocho horas de avión

Tiene gracia. No conteis nunca nada a nadie.
En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo.

Popular Posts