Puedo.Puedes. Podemos.

Para ti, J:
Esos momentos decisivos son auténticas encrucijadas: cuando escogemos un ramal del camino sabiendo que no podremos volver atrás.Vivimos para esos momentos que, a su vez, definen nuestras vidas. Aprendemos quienes somos y lo que realmente nos importa. Luego, el 'secreto' será perseguir esos retos en lugar de evitarlos. Esa es la única forma de descubrir y explotar todos estros talentos. Desarrollar nuestra propia impronta personal permite que tomemos decisiones mejores, que tengamos confianza en nuestros instintos, y que sepamos que, sea cual sea el resultado, nos habremos fortalecido. Ese, para cada uno de nosotros, es nuestro personal secreto del éxito.

Garry Kasparov

El oxígeno también es lo que nos hace arder.

Es duro el no sentir. Es duro haberte esforzado tanto por querer, que hoy ni si quiera pueda aclarar todo lo que divaga por la cabeza, y está claro que no basta con querer. Ser incapaz de no ahogarte. Incapaz de creer. Tropezar día tras día con tus propios pasos y volver a hundirte, aunque no de cara al exterior. No ser capaz de sentir, de soplarle al viento que viene en dirección opuesta. El pasado duele y los verbos que algún día conjugaste en presente pensando que eran tu futuro, más. 
Todo lo que antes devoraba el fuego, hoy lo quemará el frío. Tantísimos trozos de un nada tan intenso que el miedo te paraliza y no te deja respirar. El no confiar en que puedas volver a todo lo que era de luz, en que puedas volver. No confías, eso es todo. 
Es duro sentir que no puedes sentir, que frenas cualquier impulso que pueda descolocarte. Es duro sentir que no sientes, que eres incapaz de volver a romperte por todo lo que te hacía ser así. Merece la pena en ocasiones, pero la reconstrucción no será fácil, ni agradable, incluso puede que flaquees de nuevo cuando tienes que ser fuerte. Quieres querer, pero eres incapaz de volver a verte en la misma basura a la que te llevaron unas ilusiones quizá infundadas. No te sobran fuerzas, porque no las tienes, quizá ahora, quizá solo de momento, quizá algo inspire el volver a tenerlas.
Ser insignificante a cada lágrima que cae, y los sentimientos a los que rehuyes te van haciendo cada vez más pequeña. Llevar a la espalda sacos rotos, los que llevaban los deseos a los que no les diste alas porque no te dieron tiempo. Tiempo... tiempo es lo que nos hace falta. Tiempo es lo que precisamente no tenemos. 
Duele. Algo dentro duele mucho, y no sé lo que es, no podría darle un solo nombre. Incapaz de llorar cuando más lo necesito si no estoy sola o con mi mayor confidente, porque no puedo volver a sumergirme en el caos de sensaciones: 'tan nihilista te has vuelto que ya no crees ni en la piel, tú, que antes idolatrabas las caricias'. Duele sentirte. Duele no poder arreglar todo en este mismo instante y darte cuenta de que realmente no ha pasado nada, que la vida no ha dado ese giro de 180º hacia el lado equivocado, hacia donde nada será como esperabas. No te ves capaz de volver al barro después de haber encontrado el camino correcto y haber llegado al punto álgido de la sonrisa perfecta. No, no te ves capaz, no en este momento. No puedes. Necesitas un impulso que te lleve lejos, que te detenga en lo más alto, pero que no te deje estrellarte contra el suelo. Impulsos como los de antes. Como los suyos.
Personas que son los descubrimientos más veraniegos de un invierno transformado en infinitud. Que ahora vives con el miedo de que puedan desaparecer y obligarte a morir de sed. Duele, saber que por un arañazo más a todas esas delicias serías capaz de encadenarte otra vez al dolor, pero de arañazos no se vive, y lo sabes muy bien. Pesarán los días, la espera, el silencio, la oscuridad, la soledad... Pesará mucho.
El momento en el que te ves encaminada hacia donde no iban tus principios, tus metas, tu forma de vida. El momento en el que conoces a alguien que te alimenta de fe, a ti, que no eres creyente, a ti que reniegas de todo. Cuando las lágrimas pesan, empañan cada cristal... te ahogan. ¡Qué miedo! Y cuantas ganas, cuanta ansiedad, cuanta necesidad de sentir otro caminar acompasado al tuyo, su caminar acompasado al mío. Y... esas posturas antagónicas de las que solo otros hablaban y que ahora están aquí, inmutables. Contra las que debo luchar.

Domingos por la tarde.

Desde fuera somos puntos en un espacio enorme. Cualquier cosa nos aplasta. Y tal vez no nos damos cuenta pero el tiempo nos gana a pulso, envolviéndonos en bucles de horas. Mientras tanto, muchos de nosotros, impulsados por buenas o malas intenciones somos incapaces de ver llover o de estar más de diez minutos tomando el sol. Tenemos que ganarle recorrido al reloj, desandar las prisas, asegurarnos de que disfrutamos de la oscuridad. De la oscuridad compartida sobre todo.
Mirar una foto y clavar los ojos hasta acordarnos de todas las sonrisas de ese día, de cada lágrima, y de si era de día o de noche. De las palabras que enseguida se fundieron con tu oxígeno, de la respiración que posiblemente lo hiciera con el de la otra persona. Qué complejos somos, insensatos. Queremos lo que no necesitamos y rara vez vemos por nosotros mismos que son nuestros actos los que manejan las pasiones de los demás. Nos provoca malestar físico todo lo que sentimos inalcanzable y sin embargo obviamos detalles como una mirada a cinco centímetros...
Deberíamos medir la vida por los momentos que nos han empujado a la locura, que han reventado nuestra mayor sensatez. Y medir nuestro bienestar por todas y cada una de esas personas que, salidas del más absoluto silencio, nos han enseñado a gritar, y lo siguen haciendo. Solo por esas personas que logran desintegrar nuestro miedo merece la pena todo. Dejarse romper.

Siempre me fui fiel.



Varias luces proyectadas tras el cristal de mi ventana, aún sentada delante de este montón de papeles,me pregunto si sigo soñando, si siguen andando mis pies al ritmo de las canciones que en estéreo envuelven todo. Y la verdad es que no iba buscando nada mientras andaba, ya no. Hasta ese día en el que me di cuenta de que él lo tenía todo. Se esforzaba mientras yo creía estar pasando el verano de mi vida. La mayoría de las veces yo era todo cordura pero él supo deshacerla mientras me enamoraba como una fan de su voz. Mientras pensaba que prefería recorrer la playa de su mano escuchando 'Someone like you' a dejar pasar el tiempo como si no pasara nada. "¿Le seguirán gustando los mismos colores?" Me pregunté mientras le hacía una foto a mi cara con aquel maquillaje tan horrible. Y después conseguí ser locura en esos brazos que me mantenían en el suelo de su habitación, en el portal, delante de esas viejas fachadas en la Gran Vía. . .
Si. Lo tenía todo. Me preparó cruasanes con mermelada mientras yo me tiraba a una piscina de fondo negro a las dos de la mañana. Y yo en ese momento era ilusión, él, un torrente de aire. Y fui de luz siendo él la luz. Aunque también llegamos a ser sombra a la vez... ¿cómo te explico? Me anclé a sus clavículas mientras gritaba con los ojos que no me dejara sola jamás, que seguía siendo fan de su voz y que si se acordaba de Madrid.


Momentos en los que todos tus principios se quedaron al sur de sus finales. Momentos en los que el norte lo marcan las yemas de otros dedos. Momentos en los que los vértices de uno son las cosquillas del otro. Momentos en los que la oscuridad brilla, retumba en nuestro pecho, estalla en las palmas de sus manos. Momentos en los que te expandes, en los que uno nunca es igual a dos. Momentos en los que naufragas, en los que a gusto te ahogas, en los que no existe ese tiempo que nos tiene presos. Momentos en los que muerdes la libertad, en los que no te apagas... porque hay algo que nos mantiene vivos, delirantes.

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