Querido tú:



Al mirar al sol he notado como se arrugaba mi nariz y he cerrado los ojos sin querer. El ruido se ha quedado lejos y mientras tanto he pensado en ti.
Hasta esta tarde no me había dado cuenta de que incluso con los ojos cerrados podría reconocer el sonido de tu risa entre un millón y podría palpar tu cara sabiendo que es la tuya por las pequeñas arruguitas  que se te forman en la sien cuando algo te soprende, ya que si hiciera eso te sorprendería.
Si me pusieran la sombra de gente caminando sabría que la tuya sería, sin duda, la de los brazos un poco alocados y alegres y los pies un poco torcidoa hacia fuera. Además nadie que no fuera tú podría describirse como alguien que olvida cartas de amor encima de los contadores de luz y que adora la fotografía ¿no?

He abierto un poco los ojos porque me pitaba una bici pero ya los cierro otra vez.

¿Por qué ya nadie aparta lentamente el pelo de mi cara y posa sus labios sobre mi mejilla? Ya nadie me besa en la frente ni aprieta mis hombros contra su pecho.
Querido tú, siempre he odiado las despedidas. Pero hay muchos tipos de despedidas, y tengo una que es mi favorita. Me la enseñaste tú.
Gratificante saber que un adiós se vuelve a convertir en un hola en tan solo cuestión de horas. Gracias, supongo.
Siempre supe que a la larga habría infinidad de canciones que detestaría escuchar. Ya no puedo mirar al cielo antes de dormir. Las estrellas no dicen lo mismo que antes.


¡Ay! Otra bici.

Si hablamos de cenar(nos) se que un restaurante cualquiera y un cóctel a medianoche sería motivo de sonrisa. ¿Y quién si no la antigua ciudad de Tokio en sus maravillosos milnovecientos... sirviendo de paraje en tu novela preferida para recordarme a ti cada vez que la leo?
Oye, te echo de menos.
Ya no tengo los ojos cerrados, las lágrimas los han abierto y el ruido ha llegado con ellas. Puedo oir, además de las sirenas y el tráfico, el "crunch crunch" de las ojas al pisarlas. Y el viento, vacilante entre las nubes, me ha dejado ver los contrastes de un atardecer muy parecido a los del mes de septiembre.

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Éramos jóvenes.
Éramos arrogantes.
Éramos ridículos.
Éramos excesivos.
Éramos imprudentes.
Pero teníamos razón.

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Llueve. Si, otra maldita vez llueve. No consigo pregnar en el papel nada de lo que me gustaría, y no consigo más que arrugarlo. Las palabras no encajan, está todo embarullado sin ningún tipo de orden y además lo poco que escribo se emborrona con las pequeñas lágrimas que resbalan por mis mejillas y caen desde la nariz como si tuvieran algún sitio previsto al que llegar.
Me siento vacía, como si se me hubiera hecho un agujero en el pecho que no me dejara respirar bien y por el cual se hubiera escapado todo mi yo. Aunque no es del todo cierto, porque siento que echo en falta algo. Algo que fue mio hace mucho tiempo, algo que podría describirse así como el humo y que ahora, al conocerle a él, he pensado que quizá...
Me quema eso de que tengo tanto dentro que demostrar que en mi cara solo se dibuja la seriedad y serenidad de quien no tiene nada, pero el caso es que sí, sí tengo sonrisas que compartir, palabras que decir solo para cuando él las quiera escuchar. Espero que en algún momento me ayude a perder la razón, a que deje de ser la perfecta y responsable señorita que encierra los impulsos en sus puños apretados, y consiga que mis labios pierdan los papeles. Hace tiempo descubrí que el amor es solo polvo, humo que al abrir las manos se esfuma sin hacer ruido. No pido sino que él sepa guiar mi mano al trazar garabatos en mi papel arrugado, porque frente a uno de mis paisajes preferidos confieso que me empaparía con sus lágrimas. Sería capaz de fundirlas con las mías y llegar a hacer un material tan imperfecto que arderíamos como en aquellas noches de incendio.
Nunca es fácil recuperar algo tan grande sin llamar la atención pero es que no os hacéis una idea de lo que significa para mi escuchar un "te quiero" y que al asomarte puedas ver escrita  toda la historia que le ha hecho a esa persona sentir algo tan fuerte por ti y que le haga repetirlo sin cansarse.
Me atrevería a decir que esto, más que una declaración de amor, es una petición de ayuda, pero en fin, no le pediré que se enamore de mi, porque eso significaría convertirse en humo y os adelanto que quiero ser algo más que ese humo que bailó con él en noches como aquella.

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Es de esas personas a las que no conoces directamente, a las que alomejor no ves mucho, pero que está presente cada día en lo que te cuenta la gente con la que sales, lo que te cuentan tus amigos y a los que sabes que les dedican sonrisas.
Entonces esas personas pasan a ser un poco tuyas. Y al final también tú acabas echándolas de menos.

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Mi muy querida ciudad de Nueva York:


Han pasado ya nueve meses pero vuelve a ser martes y me acuerdo de ti. Te voy dibujando poco a poco en mi mente hasta que creo tener cada trazo en su sitio. Son muchos los recuerdos que creaste en mi y muchos otros los que se quedaron allí, contigo.

Me acuerdo de cada esquina que te delimita con el mar, de cada cara que me proporcionó bienestar y alegría, de cada sonrisa y carcajada que conseguiste extraer de mi. De tu olor a grandeza y esperanza, de tu alboroto e impuntualidad, de tus días de sol calurosos y tus días nublados con lluvia. De tus paseos, fiestas, avenidas, ruidos...
Me acuerdo de tus ganas por tenerme, de tus taxis y de tu pícara sonrisa.
Me acuerdo de tus canciones, tus semáforos, tus secretos...
Me acuerdo mucho del permiso que dejaste en el aire de Manhattan aquella noche de martes y de todo lo que aquella brisa desató.
Me acuerdo con demasiada frecuencia de lo magnífica que eres y de lo difícil que es no echarte en falta.

Pd: no olvides aquellos gestos que eran nuestros...

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