El jabón lo echaba siempre en el último instante y era el momento más agradable.
No sé que tiene compartir bañera durante sesenta minutos con alguien, pero es como si conocieras más a esa persona.
Como si el agua te transportara parte de sus secretos, de sus miedos, y rozar involuntariamente su piel te permitiese entrar en su esencia más absoluta.