Miércoles.

Soy de donde soy feliz, de las personas que me hacen únicos los lugares y los porqués, aunque éstos no sean más que una calle cualquiera de Madrid, un trocito de algún sofá, la sonrisa más bonita o un paseo con café muy caliente para llevar. Soy de donde aprendo a ser mejor, de donde me hago mayor y de donde antes quería huir y ahora resulta que es la única manera de encontrarme a mi misma. Soy de donde me fui para saber a donde volver, porque hay que volver para saber donde quedarse y... lo más importante, hay que quedarse para saber con quién.

Abril.

"Cosas irreales que tan sólo subsisten en la medida de nuestros miedos y de nuestra necesidad de ser tranquilizados: el sentimiento amoroso. La literatura, con la excepción de la poesía. La manera de contar el mundo en los periódicos. La seducción, la venganza, los honores. La conciencia que tenemos de nosotros mismos. Las escrituras de propiedad, las agendas y los calendarios.

Cosas innegablemente reales: el hambre. El frío. La poesía, toda la poesía. Mozart. El dolor de muelas. La dicha. La luz de las estaciones del año. Las voces que no oiremos más. El deseo de justicia. La falta de amor. La dicha, una vez más, sobre todo.

Cosas a las que acompaña un ligero dolor: no encontrar ya nada que leer. Salir de mi casa para coger un tren. El empujón del lunes, los domingos por la noche. La mirada de las vendedoras en las tiendas de lujo, cuando se identifican con lo selecto de lo que venden.

Cosas que vienen por defecto en lugar de otras: la ambición. El dinero. Limpiar los cristales. Ordenar fotos. La ira. Los viajes.

Cosas que ocupan todo su espacio y tienen en sí mismas su propia suficiencia: atar los cordones a un niño. Leer un libro de un tirón. Cambiar el agua de las flores. La huella de un gorrión en la nieve recién caída. El amor."

Dormirás poco y llorarás más de la cuenta,

Es de noche, aunque para esta ciudad nunca llega a ser de noche del todo, tiene vida a todas horas, incluso a las y cuarto pasadas.Y pasadas pocas horas de sueño se hace de día, veo amanecer a través de una ventana, ahí, en medio de todo, formando parte de las vidas heterogéneas que componen la mañana, que le dan ajetreo, lentitud, olor, ganas, desilusión, pobreza, ánimo, interés, vida. He dormido poco y mal, muy mal, la almohada poco a poco va siendo un poco más mía, pero no puede haber cansancio, aquí creo que llevas el estrés de serie. Me esperan en algún lugar que todavía no sé como llamar, que con el tiempo iré domando y exigiendo ganas por estar en él, por demostrar, y en primer lugar, demostrarme, que puedo con todo y que no tengo límites en mi pequeña y poco amueblada cabeza. Para llegar voy en el tren subterráneo, traqueteando y lleno de muchas de esas vidas que componen la ciudad, ahora el tren también, donde describo a otros tantos, feos, guapos, malolientes, cansados, extranjeros, viejos, chinos, muchos chinos, malditos chinos, dominarán el mundo. Bueno a unas cuantas paradas hacia allá parece verse el final del trayecto, no deja de haber ruido en ninguna parte. Ahora ya veo caras conocidas, ¿que bien sienta, eh? ver que tantos como tú están también empezando de cero y también se alegran de verte, aunque no haya un saludo, hay calma interior "no estoy sola". Y por supuesto, llueve. El día transcurre, tanto en tiempo real como en historias que invento de las caras nuevas a mi alrededor pensando quienes podrán ser y que les ha llevado a estudiar lo mismo que yo. La desconocida de ojos saltones del primer día, ya tiene etiqueta de amiga, y vuelve a haber calma interior, "no estoy sola".
Acaba la jornada, y la vuelta a casa es parecida a la venida, salvo que ahora tengo un porcentaje mayor de agobio por haberme dado cuenta de todo lo que aún no sé, y debo saber. Y llego a la casa, que poco a poco va siendo mi casa.
La tarde entre esquemas mentales y organización de papeles y agendas va tirando, hasta que dan las y cuarto pasadas, el momento más esperado del día, de tantos días atrás que por fin se ha hecho posible, los besos en esta ciudad, no sé como me lo imaginaba desde fuera y sin saber lo que me esperaba aquí, pero es delicioso y no hay placer mayor que pasear por estas aceras con sus dedos entrelazados con los míos viendo su mejilla derecha por el rabillo del ojo cuando ya no llueve a través de una luz entre nube y nube, salvando el amor. El ruido sigue conmigo, y con él, y con todos aquí, es así, estamos vivos, no lo podemos evitar.

Y sé que un día sin más no existirá otra ciudad, porque no la hay.

A la deriva.

Desengáñame otra vez, sácame de la publicidad barata de las películas de amor imposible, de las habladurías de la gente sobre su falso amor, trae a mi las noches que tanto me gustan, vuelve a mírame a los ojos como si nunca los hubieses visto, como si nunca te hubieses visto reflejado en ellos ni los hubieses inundado de lágrimas de felicidad, y dime que jamás volverás a desvestirme con ellos, que he perdido y que es el tiempo quien ha ganado, como con el resto. Que no seremos más que un recuerdo cada día más borroso,  huellas en la arena de aquella playa que nuevas olas no dejan de borrar. Dime que jamás me dirás que no fui tanto para ti, que nunca fui tan importante, que en realidad, puede que ni llegases a sentirme. Dime todo eso una y mil veces más. Jamás lo creeré.

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